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De repente, Pusol

21-08-2019


De repente, Pusol

Cuando tenía 15 años empecé a guardar en una caja, todas aquellas cosas que para mí tenían un significado especial o habían formado parte de algo importante en mi vida. Con el paso del tiempo, cada vez que abría esa caja era para mí como abrir y sacar del subconsciente recuerdos que estaban dormidos, sensaciones del pasado y siempre me sacaban una sonrisa...así que cuando llegué a Pusol en mi primer día de trabajo fue como abrir esa caja.


Tengo en mi retina el perfil de las palmeras a contra luz, esos campos infinitos, sin vallas, sin barreras, los caminos custodiados por palmeras que conducen a la casa típica del campo de Elche, los granados, la buganvilla llena de mariposas, el verde más verde y el azul del cielo, más azul. El olor a tierra…


Tengo en mis oídos el sonido de los pájaros antes de abrir esa puerta del colegio, el paso del ganado por la carretera, el tractor que se aleja por el camino…paz absoluta en el comienzo de mi día.


Y de repente, entrar en esa escuela con encanto, con el viejo piano, las caracolas, y es como abrir esa caja, que me trae los recuerdos dormidos, como las tardes que salía con mi madre a comprar botones o a llenar de colonia la botellita a la droguería de Pérez Seguí, o esa mañana de Navidad que me llevaba mi padre de la mano a tirar mi carta a los Reyes en la tienda de Rico y revisar todas las plantas de Almacenes Parreño  para cerciorarme que ese juguete que había visto en la tele, existía de verdad.


Y luego iba avanzando por ese pasillo, con los colores de la tienda de ultramarinos, el carrito del helado, la antigua casa de campo de Elche y supe que quería quedarme aquí, quería formar parte de esto, contribuir con poco o con mucho en este lugar, y por supuesto me bastó el paso del tiempo para conocer a las personas que forman parte de este proyecto para terminar de convencerme, conocer uno a uno a los niños de este colegio, que puedo saludar  por su nombre todas las mañanas y muchos de ellos despedir con un abrazo por las tardes.


El destino me trajo aquí, casi por azar, y a pesar de que podría haber escogido otro colegio más cerca de casa y ahorrarme todos los días un buen trayecto, cada día vengo a trabajar con la ilusión de que algo nuevo va a pasar en Pusol, a aprender de las personas que vienen a descubrir los objetos que todavía tienen vida, porque tiene historia, porque nos ayudan a comprender lo que vivieron nuestros abuelos, nos hablan del pasado para entender nuestro presente, y me parece importante la labor que lleva a cabo esta escuela tan pequeñita y que consigue cosas tan grandes, como que los niños sean los transmisores de la cultura y la historia, y a la vez que esta misión que tienen en el museo, saque lo mejor de ellos, de esta manera los niños más retraídos, o con menos facilidad comunicativa, son los que más se esfuerzan en su labor, y el enriquecimiento es doble para el que lo transmite y para el que lo recibe.


Por la tarde, al terminar el día vuelvo a recorrer el pasillo, los niños se marchan, vuelve el silencio, los sonidos de los pájaros, de las hojas con el viento, cierro el colegio y cierro la caja de los recuerdos, y vuelvo hacia atrás retomando el bello camino que me lleva a casa.


Autora: Mª Del Mar Ibarra, conserje del Colegio.

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